NOTA PUBLICADA EN LA REVISTA «CARAS SALUD»
No siempre el resultado de la cirugía estética concuerda con las expectativas del paciente. Afortunadamente, los resultados adversos pueden ser reversibles mediante la aplicación de técnicas reparadoras, mientras crece la tendencia a realizar rinoplastias más conservadoras, con afán preventivo.
La rinoplastia es una de las más difundidas de las cirugías estéticas. Aunque muchas veces se recurre a ella para resolver problemas funcionales de la nariz, su principal propósito es mejorar la apariencia estética del paciente. Mediante un procedimiento quirúrgico ambulatorio y de corta duración se remueven las estructuras óseas y cartilaginosas que fueran necesarias y luego se procede a remodelar la nariz. Los cambios pueden ser sutiles o drásticos en función del caso, pero la meta siempre debe ser la de mantener la apariencia natural y armónica del conjunto de la cara. Y para lograrlo es indispensable tener en cuanta tanto la textura y el groso de la piel como las proporciones del rostro o la existencia de lesiones previas, elementos que juegan un rol importantísimo en el resultado final.
“Yo siempre me doy cuenta cuando una nariz es operada” es una de las frases que con mayor frecuencia se escucha en la consulta, cuando, en realidad, más acertado sería afirmar que se “descubre” el truco de la cirugía cuando estuvo mal realizada. Lo delatan las narices respingadas, sin dorso nasal (mal llamado tabique), las prominencias en la punta, las que quedan asimétricas o las mal anguladas.
Todas las intervenciones quirúrgicas tienen su cuota de riesgo, y la imperfección en el resultado de una rinoplastia es uno de ellos. La reparación de los defectos secundarios requiere de una segunda intervención correctiva. En ocasiones, es necesario injertar los tejidos antes excesivamente removidos, especialmente cartílagos, que se obtienen de la misma nariz o de estructuras vecinas, aunque también se puede utilizar cartílago costal. Existen nuevas técnicas desarrolladas durante los últimos años que permiten recrear la anatomía deseable para la nariz mal operada, aplicables con excelentes resultados luego de un exhaustivo diagnóstico del problema. La tendencia actual para corregir los defectos naturales (rinoplastia primaria) es mucho más conservadora y demuestra una finalidad preventiva que aporta mayores beneficios al paciente. Está orientada a remodelar la estructura existente sin extraer arbitrariamente hueso ni cartílago, tarea que puede llevarse a cabo con un minucioso trabajo en la estructura de la base de la nariz, con el objeto de mantener los tejidos y respetar la forma tridimensional externa; esto es, cuidando los ángulos fronto-nasal y fronto-labial, así como las prominencias y depresiones que conforman el patrón caucásico, que es el ideal occidental de belleza.
Tanto la rinoplastia primaria como su corrección implican los mismos estudios clínicos previos: análisis completos, electrocardiograma y examen cardiovascular para evaluar el riesgo quirúrgico.
Transcurrida la primera semana de la operación, durante la cual el paciente permanece con una férula de plástico, la inflamación y los rastros del edema ceden; seis meses demanda el período de cicatrización, en tanto que los resultados estéticos son inmediatos.